lunes, 12 de abril de 2010

...nada

Hoy estoy en blanco. Tengo ganas de escribir, pero no sé sobre qué. Me viene a la mente esa canción de Serrat “No hago otra cosa que pensar en ti… y no se me ocurre nada”.Sólo personas de ese talento consiguen sacar algo maravillosos de la nada. Tienes la sensación de que es tu momento, de que debes aprovechar el entorno, el tiempo, la calma o, simplemente, la espera, pero nada llega. Abres las puertas de tu imaginación, y sólo oyes el rugir del viento. Enciendes un candil que muestra la entrada a las musas, pero ellas ni siquiera se pasean calle arriba, ni siquiera haciéndose de rogar para finalmente entrar. Hoy debe haber llegado antes un pintor contemporáneo, un escultor plasmando sueños, un romancero de otra época, un poeta frente al mar, una quinceañera enamorada, una cantante en un día de lluvia, o quizá, simplemente, una abuela al anochecer buscando la historia perfecta para que duerma su nieto.

…maduramos

Es un ejercicio interesante observar cómo vamos madurando (envejeciendo también, pues son cosas diferentes, aunque a veces relacionadas).
Muchas veces nos falta perspectiva para verlo en nosotros mismos, pero sí que tenemos la distancia suficiente para apreciarlo en los demás.
Se nos pone cara de responsabilidad, a veces pensamos un poquito más lo que decimos, intentando rebuscar en un armario de memoria seguro que más lleno, pero como algún comprador compulsivo, no siempre con cosas muy útiles.
La vida nos marca, nos va dando alegrías, vivencias interesantes, recuerdos inolvidables. También, como buen toro de lidia, atacamos con nobleza al picador de las desilusiones, los desencantos, las frustraciones de otrora fulgentes deseos de juventud.Agachamos la cabeza, seguimos empujando mientras las fuerzas aguantan, y acabamos cediendo a la cruda realidad.
Es cierto que nos cuesta vernos cómo hemos ido madurando, pero yo al menos os tengo que reconocer que cada día más:
-Saboreo el vino como si encerrara el misterio de la eterna juventud.
-Acaricio como si la piel que toco me insuflara el amor que sólo alguien te puede regalar.
-Respiro en una tarde lluviosa como si purificara el cuerpo y el alma.
-Beso intentando encontrar cada pliegue de esos labios, laberinto de pasión.
-Como disfrutando de un ritual ancestral de purificación en la vuelta a lo primario, al ciclo vital.
-Imagino con fiereza y juventud como si la proyección de los sueños fuera el mejor recuerdo de que somos lo que tenemos, pero también lo que tuvimos y soñamos con tener.
-Vivo cada día como si usara el mejor juguete que existe, aquel que nadie puede regalar.
-Escribo sin saber muy bien porqué……..

…los italianos

La pizza es un invento. Un día un italiano se olvidó de ponerle a su bocata caliente la parte de arriba, y cambio de un plumazo un concepto culinario que ha traspasado fronteras.
Por cierto ¡qué listos son los italianos! Una potencia mundial a pesar de la corrupción, la mafia, y el resto de problemas de todos los mortales, pero es que son unos cracks como vendedores…tienen “estilo italiano”.
Tu coge a un español, ponle el estilo que antes definía a los ingleses en toda Europa (años 20, no vayas a la imagen actual de las sandalias con calcetines), les pones la nariz a la altura de los franceses (vamos, un poquito subiditos si que son)…y hecho, tienes a un italiano.
Ahora que lo has descubierto, valora si te quieres quedar mucho a su lado. Puede que estés tomando el mejor aceite del mundo, italiano por supuesto, y te des cuenta que las aceitunas son de Jaén. Puede que te estés enamorando de unos vaqueros de Gucci, que son los “Levis” de toda la vida con la foto de Beckam mostrando abdominales, que nos parece que lo usa más de pijama que para darle el trote de un auténtico vaquero.
Te venden sus ruinas romanas, su coliseo y sus termas como si la Alhambra fuera un accidente que a un romano se le olvidó construir.
En resumen, venden, venden, venden… y sólo es cuestión de tiempo que caigas en sus redes. Yo, desde luego, me niego a que el sueño de mi vida sea tener un Ferrari, pero no se si será por el tema de conversación, o por la hora que es, que me comía ahora una pizzita con unas ganas…

…soluciones

Las soluciones son de muchos tipos. Las hay geniales, esas cuya simplicidad casi absurda sorprende a cualquier mortal, salvo aquellos con la habilidad de encontrar el camino donde el resto sólo percibe un tupido laberinto.
Las hay complicadas, aquellas que, en sí, resultan más difíciles que el mismo problema.
Las hay temporales, como aquella clave pirata de modem Wifi, antes de que el vecino se de cuenta del inquilino que cobija sin derecho de pernada ni recompensa alternativa. De fugaz felicidad.
Las hay escépticas, aquellas que a casi nadie les parece una solución, hasta que todos caen rendidos a la evidencia.
Las hay agradables, son aquellas en que la satisfacción de la resolución es comparable a la que provocó el camino para lograrla.
Cuando arrancas con una solución, cuando tú mismo o alguien marca el proceso para conseguir resolver un problema, tendemos instintivamente a calificarla, es posible que en muchos más apartados incluso de los que ahora hemos considerado.
Cuidado con eso. No todas las soluciones simples son geniales. A veces no lo parecen, porque se plantean como las agradables, y el subconsciente, cómodo, pensando en el disfrute hasta le puede dar la categoría de genial. Cuando la simplicidad desaparece con el paso del tiempo y se van convirtiendo en complicadas, pasan rápidamente a escépticas, y muchas veces acaban en poco menos que temporales; y eso con suerte.
Muchas veces la constancia, y como en tantas otras cosas, él no hacer valoraciones previas, es el único camino para dar con la solución.

…los guiris

Los guiris llegan a Andalucía y se vuelven locos. Al menos eso es lo que parece a los ojos de los que estamos allí. Se van a la playa, se embadurnan en crema bronceadora (¿?) para al final pasar todo el día tostándose al sol (eso no lo resiste ni la crema bronceadora, ni el escudo antimisiles de los Estados Unidos). ¿El resultado? Un rojo intenso que los hace indistinguibles en una ronda de reconocimiento de la policía si los pones al lado de una gamba, un langostino y un bogavante.
¿Exagerar? (Yo también lo hago pero estoy justificado por andaluz). Seguro que si, pero quizá podríamos ponernos en su lugar. Cuando uno lleva esperando doce meses la llegada de las tres semanas en el paraíso, el sol, la brisa del mar, la escapatoria de la vida real hacia un paréntesis de relax, toda exageración resulta comprensible.
Yo, desde esta semana, los entiendo aún más. Estoy trabajando fuera de España, rodeado de nieve. No estoy de vacaciones, ni siquiera brilla el sol. Tampoco es Navidad para que todo en mi mente tomara más sentido. Es un día más de trabajo en un decorado muy especial. Todo lo idílico que ofrece la ventana se transforma en frío polar al cruzar la puerta…pero no importa. Con gusto me tiraría en una montaña de nieve, corretearía entre los árboles de copas blancas. Me pondría tumbado en la nieve esperando a que los copos que caen me entierren totalmente, haría un muñeco, lanzaría bolas…vamos, lo que sería ponerme rojo como una gamba si fuera un alemán en las playas de Cádiz. En el fondo no somos tan diferentes…eso si, sigo quedándome con el serranito frente a la hamburguesa.

…mi juguete

El corazón late fuerte y el estómago se aprieta. Un poco de angustia y de tristeza. Quisiera ser un niño pequeño para reclamar con gritos y lloros mi juguete, para así disolver esta sensación de que me quitan mi  de las manos lo que mas deseosin ni siquiera haberme portado mal. Pero no soy un niño, y aunque tenga la ventaja de saber que es pasajero, que tras unos días todo volverá, no me siento mejor. La vida muchas veces se basa en el equilibrio entre aceptar y pelear. Cambiar lo que nos hace infelices y se deja mover, y aceptar lo inamovible cómo único camino para avanzar.
Yo aún no se todavía si debo pelear o debo aceptar esta situación, de ahí la amargura. Pocas cosas provocan más dolores de cabeza que la indecisión.
Quiero seguir pensando que está en mis manos, que depende sólo de mí…porque, de hecho, es así.
Sólo hay que valorar, comparar y tomar la decisión. Quizás ni siquiera requiera pararse con calma y analizar, sino simplemente emular esos ordenadores de los helicópteros que miles de veces por segundo evalúan todas las coordenadas para mantener a esa libélula de acero en el aire. Pero ahora que lo pienso, tengo un interior de mucho más que circuitos integrados como para reducirlo todo a eso, a corrección de posición en tiempo real. Ese no será el camino para recuperar mi juguete.
Mi juguete más preciado, la libertad, volverá en menos de dos semanas. Y con ella, tú, la persona con la que más ganas tengo de compartirlo.

…ética

Hoy me tocó negociar con una persona sin ética. Cuando esto pasa, en tu mente no puede estar la idea de convencerla. Sería como intentar jugar y ganar en una partida donde las reglas son diferentes, donde tú sumas puntos en una tirada de un dado, y la otra persona lo tira dos veces. No lo puedes convencer. Tienes que ser firme, pero no hasta el punto de irritarlo, y también educado, sin que pueda ser visto como un resquicio de debilidad. En este tipo de situaciones, mi único objetivo es ser yo mismo. No caer en la provocación, ni tampoco en la tentación. En resumen, tener la conciencia tranquila.
Otra posibilidad es arriesgarte a dejarlo un poco expuesto, en evidencia frente a personas a las que aún tenga oculta esta falta de ética, pues quizás finja una vez más intentando no descubrirse a cambio de claudicar.
Esto tampoco da una victoria. Tú nunca ganas. La única satisfacción que queda es haber hecho lo correcto. Mañana siempre puede cambiar su palabra, actuar a escondidas o hacer lo que le vengan en gana que le provoque un claro beneficio personal.
No esperes que cambie. Jamás lo hará. Simplemente realiza la parte de tu objetivo que te llevó hasta allí, e intenta salir indemne. Quizás en otro momento no tengas tanta suerte. Hoy sonrío con la pena que me da encontrarme con personas de este tipo. La pena de no poder ayudar a unos pobres diablos.

…la melancolía y Portugal

Portugal es melancolía. Todos lo son en otoño y en invierno…pero ninguno como Portugal. La lluvia cae fina. Más que golpear, te envuelve, te acompaña, te va empapando sin que te hayas planteado siquiera salir corriendo.
El caminar pesado, discreto, recogido de las personas alrededor. Unas palabras lineales, como un Bolero de “Rabel” al que mantuvieran siempre en los movimientos iniciales, sin dejarle explotar.
El portugués es valiente, aventurero, buscavidas, inteligente. También es alegre, bullicioso, disfruta una buena velada y una filosófica conversación.
Pero no es menos cierto que se aferra a la melancolía con la frecuencia con la que un colibrí bate sus alas para no perder altura, rumbo, sentido al volar.
Esa melancolía por lo que fue, por lo que podría ser, por lo que nunca quizás será. Una expiación de sensaciones, que no de pecados; una vuelta al ser primero como base de un nuevo ciclo vital.
Si te dejas envolver, si le das la oportunidad, Portugal te hará pensar. Será en la levedad del ser, en la historia que se repite, en que la suerte es para otro y en los tiempos pasados. También en que todo es posible cuando uno se enfrenta a si mismo y a los viejos fantasmas del quiero y no puedo. Al río acelerado de una vida que salta los puentes construidos y ofrece un futuro tan calmado como el mar.

…20 minutos

20 minutos son demasiados, hasta en el sexo podrían serlo (hay veces que se prefiere rápido e intenso), pero para preparar la cabina del avión antes de aterrizar, seguro que son demasiados.
Tienes que quitar la música, cerrar la bandeja y poner recto el respaldo. No puedes escribir, y es curioso como el asiento se nota mucho menos cómodo de lo que se notaba cuando aún no lo habías podido reclinar.
Sinceramente, no creo que se tarde más de cinco minutos, incluso en el caso de que hubiera que hacer algo más, recoger cosas en la maleta, etc. Al final, como siempre, por los tres que se hacen los dormidos para seguir recostados y con el ipod encendido pagamos los demás. Aburridos, mirando al frente, esperando pisar tierra y que la vida continúe.

domingo, 4 de abril de 2010

...Sevilla desde lejos

Flores de azahar y aroma de romero. Humedad en las calles en una mañana de cielo limpio. Albero regado. Callejuelas en penumbra despertando a un nuevo día. Toldos que se despliegan saludando al sol.
Cola de caballo sobre cuerpo andaluz, ojos aceituna, piel de canela. Sonrisa pícara presentando la bondad del corazón.
Alboroto y gentío, bullicio de mercado árabe en el barrio de Triana, paseo por el Río y cervezas en la Plaza del Salvador.
Gente que condiciona su felicidad colectiva a un chiste, una mentira, filosofía de mesita y silla plegable en la tasca de toda la vida.
El retorno inmediato de la inversión de cada día, no existe largo plazo salvo en la amistad mantenida, en lo demás, se vive al día.
Te quiero con la locura del que no soporta tanto amor cada día y se aleja a recuperar la cordura que necesita. No vivo en ti todos los días y sin embargo, te alabo a los cuatro vientos reconociendo mi devoción por la tierra prometida.
No renuncio a que algún día, cuando los años domen ilusiones y emociones, que consiga vivirte cada día; recordando aquellos tiempos de avión, ajetreo y lenguas desconocidas mientras paseo por esas calles en Abril que, más que parecer bonitas, inyectan certeras en mí: ilusiones, pensamientos, alegrías.....la vida.

...Libertad de elegir

¿A quién le queda energía tras catorce horas de trabajo?. A mí, la verdad que no demasiada. Posiblemente si al día siguiente no esperara tener otras catorce horas más, me animaría a escribir algo, salir a cenar, leer....
Otras veces pienso que ese mañana, el de los compromisos, el trabajo, las obligaciones, no puede condicionar la parte del descanso del hoy, ni tampoco la parte de la diversión y lo que llena el espíritu.
Me imagino a la persona más feliz del mundo realizando un trabajo durante 12, 14 horas cada día, y creo que tras un período de tiempo también sentirá que algo falla en la ecuación personal de su vida.
Sobre todo, porque el trabajo lleva implícita una falta de libertad, no controlamos el cuándo ni el cuánto, es el propio trabajo el que llega a tener el control en la mayoría de los casos. 
Tener el control de tu vida, de tu libertad, de tu posibilidad de tomar decisiones es la clave de la armonía personal.
El hombre, en cuerpo y espíritu, nació libre y sólo puede mantener el estado mental y espiritual en armonía cuando la falta de libertad en sí misma es una decisión tomada libremente, manteniéndose al menos la libertad de elección en búsqueda de otro objetivo vital.

...mi fiel compañero

Ya no recordaba la prisa porque el dolor se fuera. La sensación de que un día parado es un día perdido que no siempre se puede recuperar. Pero el cuerpo, como antes, como casi siempre, sigue doliendo; avisando que esta vez, tampoco lo va a poner fácil.
Esta vez no pelearé contra él, pero por supuesto, tampoco me rendiré. Somos socios y estamos juntos en esto. Yo escucharé lo que me diga, sabiendo que es como es, que no puede evitarlo, que tampoco tiene nada contra mí.
Nada de golpes encima de la mesa, nada de gritos. Intentaré que todo sea una voz cálida y firme. La voz del amigo que te quita la indecisión y que te hace ver que los dos estáis juntos en esto, que es duro sucumbir, pero más aún que quien confía en ti deba rendirse por tu culpa. Amigo mío, sigamos juntos un paso más.

...hacia Miami

Otro avión, el mismo cielo. Mañana fría de niebla que, bajo la mano del sol, va enlazando sus finas gotas hasta crear esponjosas nubes de algodón.
Una estela en el cielo como un rastro de migas de pan, indicando un camino que nadie seguirá.
Y en el otro extremo, donde apunta la nariz de este pájaro de acero, la fusión. Dos historias, dos culturas, un hervidero húmedo de continua revolución. La tierra prometida, la miseria evitable, el lujo más elitista, la vida en una parada de autobús.
Una sensación de que el día, con el ritmo americano, va más rápido que aquel cubano, que vino un día a ritmo de "son".
Una señal más de que "el Dorado" está más cerca de la "calle Sierpes" que del centro de Perú.