domingo, 30 de mayo de 2010

...naturaleza viva

No recuerdo muy bien en qué momento mi juventud me alejé físicamente de la naturaleza. Aquellos domingos con la familia, días de primavera de árboles con copas verde intenso y aroma de tierra húmeda por el rocío de la mañana.
Los paseos, el sonido de los pájaros, el riachuelo de agua helada donde se metían las botellas de refrescos en una cesta atada con una cuerda.
Aquellos domingos donde los amigos eran tus padres y tus primos; y los juguetes no se traían de casa, ya estaban allí.
Hoy me ha venido a la mente la imagen de unas manos pequeñas, las mías, hace años. Hundiéndose en la arena mojada y volviendo a surgir trayendo sobre ellas una erupción de vida, arena, hormigas... y hasta alguna lombriz de tierra. Nada de lo que asustarse ni sentir asco, nada más natural que la propia Naturaleza.
Árboles de troncos surrealistas, curvados y desfigurados como "El grito" de Van Gogh. Troncos para acariciar, abrazar y ponernos a prueba mientras intentábamos trepar por ellos.
Es cierto que me alejé físicamente, quizá hasta conscientemente, pero mi corazón no la olvidó y ella nunca se olvida de ti. Siempre está ahí dispuesta a abrirte los brazos si quieres volver.
El año pasado dí el primer paso al acercarme a su arena, sus olas y su mar salada. A su brisa y su rugir; a toda la gama de azules que existe y existirá.
Espérame con el rocío y la arena empapada, con la parte de mí que quedó allí.

lunes, 24 de mayo de 2010

...te vi por alli.

Estaba leyendo esto:


y me pareció verte. Eras uno de esos gorros naranjas que entraban y salían del agua en Lanzarote para luego lanzarse corriendo a una bicicleta. Eras uno de esos ciclistas que cambian la cara de esfuerzo por una sonrisa de satisfacción. Y uno de esos corredores que quizá no haga demasiado buen tiempo en la maratón porque prefiere salir con el compañero de trabajo medio cojo a trotar un poco en vez de terminar a fondo su entrenamiento.

Eras uno de esos, de esas personas que tienen una mente por encima de los demás, de esos que faltan a cientos para cambiar de verdad este mundo. Tú quizá no lo sepas, incluso quizá tuviste un día triste pensando que no lo hacías… pero yo te digo que estuviste allí.

Vendrá un momento, en el que miraré esa foto y saldré corriendo a mirar la clasificación. Vendrá un momento en el que me sentiré muy feliz de ver como un amigo mío terminó. Me sentiré muy feliz porque orgulloso ya no me puedo sentir más.

Tu YA eres un Ironman.

Dedicado a mi amigo Jesús Muñoz.

domingo, 16 de mayo de 2010

...parada de metro

Él se movía cadencioso, simpático, con alguna pose de payaso infantil. Ella tenía sólo una mueca, entre perdida y cansada, mientras observaba a su paladín. Dos frases de presentación de él con una risa forzada al final, carcajada de miserias humanas y penurias de cada día y un acordeón comenzando a sonar.
De inmediato, una pandereta, aquella pandereta de plástico que todos tocamos siendo pequeños, comienza a sonar. Ella la toca produciendo un débil sonido que parece transmitir la poca energía de unos dedos cansados, de un estómago vacio, de una vida maltrecha. Para no caer, se apoya en la puerta más cercana. Él no se cae, pero aguanta los vaivenes con toscos movimientos y un baile torpón, sin perder la sonrisa ni el ritmo de la música...ella, aún con la mirada perdida, parece recordar, o al menos intentarlo, porqué están allí tras una vida, tras cincuenta años de alegrías, penas, y muchas ilusiones rotas.
Él gira, canta y se contonea cuando mi puerta se abre y salgo empujado por una multitud con prisa por llegar a quien sabe donde. Unos ríen, otros corren y algunos hacen bromas de la extraña pareja. Desde fuera se ve como la música cesa y la sonrisa sólo encuentra indiferencia. Me voy pensando que esta vez hubiera merecido la pena perder mi parada para poder haberles dado una limosna.

...carrera matinal

La luz de las farolas va marcando el camino de un juego rítmico alternando con la oscuridad que provocan los árboles. Al fondo, otra calle más, desierta. El sonido de la cadencia de tu pisada se acopla ritmicamente con la presión que provocan los latidos del corazón. Una lluvia que parece seleccionada para la ocasión, suave, tenue; refresca prácticamente sin mojar. Miras al frente sin ver nada, sólo el objetivo que tienes en tu interior.
Toca acelerar, aprietas los  brazos, relajas la mandíbula y tratas de seguir respirando más y más. El cuerpo hoy reacciona suave, dinámico, como un reloj bien engranado. Aceleras aún más.
El sudor recorre la frente mientras abre un surco caliente entre la fina capa de gotas que la lluvia se encargó de depositar en la cara. El corazón late fuerte, el aliento se entrecorta, aparece una sonrisa porque las piernas siguen respondiendo.
El amanecer comienza a saludar, y las farolas, obedientes, ceden el espacio de luz a los primeros colores del alba. El agua aún acaricia, el dolor no llega, sólo algún vehículo rompiendo la sinfonía de pasos y jadeos.
Libertad, alegría. Recuerdos para ella que siempre está ahí, haciéndote volar, creyendo en ti.
Tiempo de recuperar, de volver al cuerpo a su estado inicial, de reposar en la mente todo lo vivido. De saludar un nuevo día empapado en agua, sudor y felicidad.

...el alquimista

Hace una semana, en mis ratos de avión y esperas habituales comencé a leer "el alquimista", de Paulo Coelho. Yo había oído muchas personas decir que era el mejor libro que habían leído y aunque he leído algún libro de él que me ha gustado bastante, tenía curiosidad por saber el motivo de esa opinión que ponía de acuerdo a personas, razas y culturas diferentes.
Llevo sólo unas treinta páginas y creo que empiezo a entender el porqué.
No he llegado al final, y no sé cual será mi impresión cuando quede atrás la última página; pero la esencia de lo que me transmitirá y, posiblemente de lo que habrá podido transmitir a muchos, está ya dentro de mí.
"El alquimista" es un cuento donde el protagonista es cada uno de nosotros y que, con una simplicidad casi infantil va marcando el camino para que cada cual encuentre su propia aventura; o mejor dicho, la recuerde.
Como el propio libro cuenta, hay señales que se cruzan en nuestro camino y que, si dentro de nosotros existe el convencimiento de seguir nuestra ilusión mayor, aquello por lo que sentimos que tenemos un lugar en este mundo, esas señales se revelan fundamentales, balizas en la niebla para un pesquero en alta mar, luces verdes intermitentes de la pista de aterrizaje de la siguiente etapa de nuestra vida.
Quizá para mí, más que un libro, posiblemente una señal. Una de las grandes. Una de aquellas que más que anunciar un giro, te avisan de un cambio radical.

...mi barrio

Mi barrio de niñez era un barrio obrero de hace ya treinta años (años 70). Grupos de casas salpicadas por solares sin construir, calles cosidas de cables de electricidad en un pentagrama desordenado. Ningún parque de recreo, ninguna pista deportiva; sólo alguna zona con escombros de los alrededores, y calles donde los coches casi pedían permiso por ir pasando...sólo de vez en cuando.
En ese barrio cualquier casa era la casa de todos, cualquier madre era la madre de todos. Si dos chicos se peleaban, llegaba una de las madres, hablaba con los dos, cogía a su hijo y le pegaba un azote con la mano en el culo, luego se iba por el otro chico, y le daba otro. La madre de éste cuando su hijo llegaba a casa diciendo "la madre de Pedrito me ha pegado" le contestaba con calma: "algo habrás hecho", y la vida continuaba.
También mi barrio encerraba grandes secretos: cada calle albergaba un gran estadio, el Bernabeu, el Nou Camp...sólo hacia falta tres o cuatro amigos y unas piedras en el suelo haciendo de portería. Cuando el partido empezaba, hasta algunos coches esperaban a que acabara la jugada para pasar.
Había farolas saliendo de las fachadas de las casas, formando un pequeño cuadro donde algunos emulábamos a nuestras estrellas de baloncesto, imaginando que esa farola se convertía en un foco y una canasta de esas de la tele, de esas con el tablero de cristal.
En aquel barrio, a las 4 de la tarde, todos los niños de la calle nos reuníamos en una casa para ver los dibujos animados, en la única casa con televisión a color. Una aventura maravillosa cada día.
Ahora, no paro más de una semana en ningún lugar, me despierto pensando en qué ciudad estoy. La agenda me marca el paso y el reloj de arena que dosifica mi vida parece como si se hubiera agujereado por abajo...fluye a un ritmo incontrolable.
Cuando parece que todo no es lo que era, cuando la vida me endurece o cuando me hace sentir que ya no pertenezco a nada de esto, aterrizo en mi ciudad. Salgo a la calle y doy un paseo. Llego a casa de mi abuela y me quedo mirando la fachada con aquella farola saliendo todavía de ella. Los vellos se erizan, el corazón se acelera, retumban las gradas y un niño pequeño bordea la acera con una pelota pequeña de goma. Él sólo siente el tacto de un balón de baloncesto y sólo pisa el parquet de un inmenso palacio de deportes. El tiempo detenido y una sonrisa soñadora en su cara. La misma sonrisa de este otro chico con canas que revive la escena en su imaginación, en su calle, en su Barrio.
Todos pertenecemos a algún lugar, el mío me recuerda que no soy tan bueno ni tan malo, tan duro ni tan blando. No soy un fracaso ni tampoco una estrella...sólo soy una persona que nació disfrutando de lo poco, de la familia, los amigos, el respeto y sobre todo la alegría y la imaginación.

...ell@s

No estoy seguro si fue por aquella vez que miraba como un niño desorientado y se encontró con mi sonrisa. Quizá le hizo gracia que hablaba poco, pero de vez en cuanto soltaba una de las tonterías para niños que hacen también reír a los adultos (porque no son más que niños que crecieron). Tal vez pensó que yo no me quedaría a su lado cuando tantos otros le dieron la espalda, o que yo no iba a valorar tanto que él no me la diera, aquella vez que me quedé solo. Bueno, solo con mi verdad. Lo mismo sintió que no perdonaría aquella vez que para sobrevivir, me dejó de lado; pero vio que eso no me hizo cambiar de actitud, porque todos somos seres humanos, frágiles y llenos de errores. Quizá sea porque sabe que lo necesito, y es que se lo digo cada vez que lo siento, cada vez que me llena el corazón.
Uno, y otro, y otra...y otro más...
No sé por qué son mis amig@s. Quizá porque si, quizá porque sin saberlo, ninguno tuvo elección.
Vidas entrelazadas durante periodos de una vida, y quizá de muchas otras que vinieron y vendrán, una vez de caballero, otra de fiel escudero, alguna de esclavo en Egipto, otra de consejero espiritual. Exploradores hermanados por la misma carretera, resolviendo encrucijadas un día sí y otro también. Desafíos de la vida que no son tan imposibles cuando al otro lado del precipicio una mano amiga te espera.