miércoles, 29 de septiembre de 2010

...curioso

Es curioso ver cómo vamos cambiando con el pasar de la vida. No me estoy refiriendo a la parte física, aunque mirando algunos conocidos de la infancia la palabra "curioso" puede quedarse hasta corta (supongo que alguno de ellos pensará lo mismo al verme a mi...), me estoy refiriendo a nuestro interior.
¿Recordáis aquel tiempo donde la vida no significaba nada si no podíais tocar la guitarra? ¿o aquel otro donde ganaste el concurso de chica más guapa del instituto y te viste desfilando por las pasarelas de medio mundo?
Hay millones de momentos más. Millones por cada uno de nosotros. Algunas de esas ilusiones, alegrías, vivencias, siguieron su curso. Se fueron amoldando y transformando con el correr del tiempo para ocupar el espacio adecuado en nuestras vidas, o ser arrinconados en ese baúl de momentos vividos, unos añorados, y otros deseando que la llave los mantenga bien ocultos por siempre jamás.
Pero esto, podréis pensar, que no tiene nada de curioso. Es cierto. Pero otros momentos importantes sí que lo son.
¿ Recordáis cuando dejasteis de sonreír como un niño, de emanar pura felicidad y comenzasteis a comportaros como un joven-adulto? ¿Recordáis el momento en que aceptasteis que vuestro sueño, aquello para lo que pensabais que habíais venido al mundo, no se podía cumplir? ¿Recordáis quién os convenció de eso, y que lo hacía "por vuestro bien"? ¿Recordáis cuando el día dejo de ser eterno y empezó a ser el justo para sólo cumplir con las obligaciones?
Lo curioso ni siquiera es saber si recordamos o no las fechas, sino que todos aceptamos esos momentos con una terrible naturalidad, cuando es precisamente lo menos natural para un ser humano, es renunciar a la esencia de cada uno de nosotros, la vida eterna y feliz de la conciencia, de aquella conciencia que todos explotábamos cuando éramos niños.
¿Lo más curioso de todo? Que aunque no lo creáis, podemos recuperar todo aquello que perdimos en el preciso instante en que nosotros queramos.

sábado, 25 de septiembre de 2010

...casas de papel

Hay personas que viven en casas de papel. Viajan incansables, de ciudad en ciudad, sintiendo que cada lugar podría ser aquel donde vivir toda la vida. Consiguen reconocer a un amigo en la recepción de un hotel, la barra de un pub irlandés, o en aquel deportista con el que coinciden de casualidad en ese parque cercano que encontraron para correr. Reconocen a un amor interminable en la mirada tímida al otro lado del supermercado, en la sonrisa breve de la joven del restaurante o en la risa sincera provocada  en esa huésped con la que coinciden en un inmenso ascensor.  A esas personas, hombres y mujeres, las imagino viajando con la casa a cuestas, una casa de paredes finas, sin cimientos ni pilares, que les da cobijo pero les permite seguir en ese movimiento incansable sin que el peso les hunda. Una casa de papel.
Mi casa no es así.
Mi casa es pesada, muy pesada y sus paredes son del grosor de los recuerdos de infancia, de los llantos de joven y las ilusiones de ahora. Con un hormigón  curado por el viento del dolor y la risa, del mar y la Giralda, de aquella explanada que siempre fue una gran campo de fútbol donde esparcir los sueños. Tiene cimientos que se hundieron en la tierra como garras de león, aprisionando el presente con principios, valores y familia. Cimientos de respeto, de sentido de unidad, de gratitud por personas que colaboraron más que nadie a lo que ahora reconozco al mirar a un espejo.
Yo viajo mucho también. Pero soy de maleta y postal. La maleta donde cargo lo imprescindible, donde dejo claramente mi intención de un viaje temporal. La postal no del destino, sino del origen. De mi casa de hormigón, de amor y de mar, de calor y sonrisas. De pasado y futuro, pero sobre todo de presente.
Admiro a aquellos que consiguen llevar su casa de papel a cuestas sin sufrimiento ni añoranza, sin melancolía ni la sensación de que sus paredes finísimas podrían ser un problema en las frías noches donde toda tu vida se cuela por la ventana y uno necesita un lugar cálido donde poder pasar la noche. Los admiro pero no los envidio. En esta vida global necesitamos nuestro opuesto para valorar nuestra posición. Agradezco a todos esos viajeros con sus casas de papel por mostrarme, con su ejemplo, que mis billetes siempre serán de ida... y vuelta.

sábado, 18 de septiembre de 2010

...paz interior

Ayer te dije de nuevo todo aquello que siento y sé que es duro de recibir. Posiblemente me viste nervioso, me temblaba la voz. Yo podía notar mi pulso acelerado y mi corazón bombeando con fuerza, pero mi mente estaba serena y mi estómago relajado. Me decía a mí mismo “sigue adelante, estás consiguiendo que salga directamente de tu corazón, estás consiguiendo que tu mente no interfiera, es lo menos que debes hacer por ella”. No fue doloroso, y tengo que confesarte que otras veces sí lo fue; pero algo ha cambiado en mí. He destilado emociones, evaporado dolores y fundido sufrimientos. De toda esa alquimia ha nacido energía. Una energía renovada y sincera que se emplea, generosa, en un fin tan noble como decirte todo aquello que yo quería decir pero, sobre todo, que tu necesitabas escuchar.  Tu mirada, falta de sorpresa pero con gesto de negación, me viene a confirmar que tu alma lo entiende pero tu mente no.
La verdad es que me cuesta prometerte que no te lo repetiré, porque me importas demasiado. Uno no puede ver estrellarse algo que tanto  ha querido  y quedarse tan tranquilo… yo al menos no puedo. Sin embargo sabes que me prometí que sería la última, y eso intentaré. Es la primera vez que tengo esta paz interior, y no lo interpreto como una desconexión, como un alejamiento. Prefiero interpretarlo como que estoy más cercano que nunca, que te siento latir, que veo en ti mis virtudes y mis defectos, que somos uno solo. Una paz interior dando indicios de de conciencia, de amor, de tolerancia… y por qué no decirlo, de un poco de melancolía. 

martes, 14 de septiembre de 2010

...gracias Rafa.

El era un niño, sólo un niño, eso sí, de buena familia. Uno de esos que, sencillamente, puede elegir a los 12 años la rebeldía más absoluta, la desidia para vivir del cuento, una vida aburguesada con un trabajo burgués o la búsqueda de un sueño. Su cuarto era amplio, no como el de la mayoría de los chicos de su edad, pero las paredes si eran como todas. Repletas de estrellas, de sueños, de posters de personas que él idolatraba y en cuyas vidas se ponía una y otra vez cuando soñaba despierto. La vida del que sigue un sueño es un mundo de ilusión, pero no es un cuento de hadas. Requiere sacrificio, separarte de la vida normal de un chico de su edad, sufrir esfuerzos, envidias, rencores... pero su familia no solo era buena en el sentido económico, sino también en el de tener la suficiente inteligencia para que el sueño de un hijo no se convirtiera en pesadilla. Suele decirse que la vida te da las cartas, pero tú decides cómo jugarlas, y él decidió jugarlas con valor, con esfuerzo, pero sin perder los valores principales. La ambición no estaba acompañada de rencor, el espíritu competitivo no lo acompañaba la falta de deportividad, los sueños de ser aquellos cuerpos que colgaban en los posters nunca le llevó a mimetizar los malos gestos ni a desviar su atención de su objetivo, la gloria.
Hay un mundo paralelo de ofertas irrechazables. Una parte más de esa gran prueba que es conseguir algo que sólo algunos superdotados pueden conseguir. La prueba es gestionar las ofertas como una persona de cincuenta años, cuando solo tienes dieciocho y unas tremendas ganas de vivirlo todo.
Hoy sueña, sigue soñando. Sueña con muchos jóvenes, chicos y chicas, que sueñan con él. Imagina sus habitaciones, grandes o pequeñas, colmadas de posters de él...gritando...sudando...levantando trofeos. Imagina su cara de felicidad una madrugada cualquiera, cuando piden permiso a sus padres para ver, en la distancia una nueva gesta de él.
Luego despierta, levanta la mirada, y en la penumbra del hotel reconoce un nuevo trofeo, uno más, pero uno especial, el que le faltaba conquistar para pasar de estrella a mito, de increíble a irrepetible, de profeta en su tierra a dios en el universo. Recuerda un segundo aquella habitación tan diferente, aquella de su niñez... sonrie, y comienza a pensar en el nuevo desafío, en aquel que hará que muchas otras habitaciones del mundo sigan sosteniendo su imagen como icono e ilusión de millones de otros niños. Suerte Rafa... y Gracias!

miércoles, 8 de septiembre de 2010

...fin del verano.

El verano se acaba. Quizás no como estación, pero sí en todo aquello que representa. Las vacaciones, el descanso, estar con tu gente y hacer todas esas cosas para las que has esperado tanto tiempo;cosas que no se pueden hacer en el día a día que nos absorbe el resto del año. Ahora sólo queda la depresión postvacacional... o no.
Depende de si quieres que tu vida esté dominada por unos ritmos que tú no marcaste, y que además, posiblemente no son los que desearías. Depende si prefieres no pensar demasiado si hay que vivir el día a día como sólo un trámite mas o menos asumible hasta que lleguen las vacaciones (o el fin de semana). Es tú decisión también si quieres limitar tu trabajo a "eso que hago para pagar la hipoteca" y por supuesto puedes seguir quejándote de que el trabajo que haces no te gusta demasiado, pero que "tal y como está la cosa ahi fuera...".

Yo os confieso que he pasado un verano genial. Pero la vuelta al trabajo no ha traído ninguna depresión. Una nueva dinámica, cosas por hacer, proyectos por comenzar y, sobre todo, el convencimiento de que estoy donde debo estar, que es el camino adecuado, y que cada paso hay que saborearlo con ilusión, como un regalo. Vuelvo a mis largas jornadas de trabajo, pero llega el final del día y casi no me doy cuenta, señal de que he pasado la mayor parte del tiempo centrado en cada momento en lo que me tocaba hacer.

¿Por qué no podemos sentirnos tan bien todos los días del año como cuando estamos de vacaciones en verano?¿es una cuestión de actitud o es quizá que no acabo de estar dónde debería para que las vacaciones no sean una liberación, sino simplemente la oportunidad de hacer cosas diferentes condensadas en un momento determinado? Yo estoy convencido de que cada día puede ser especial, de que ser consciente de lo que haces a cada momento te aparta de las prisas y de los miedos, porque ninguno de ellos existen en el presente, sino en una mente donde lo que proyectamos es el futuro. Es como intentar disfrutar de un capítulo de "Friends" cuando tu sólo estás pensando si serán buenos o no los chistes que sacarán en el capítulo de mañana.
Quiero que siga este verano mío atemporal que he descubierto, de sosiego y felicidad, fuera de toda estación. Afortunadamente, sólo depende de mí.
Piensa que el tuyo, el que te hará feliz, sólo depende de ti.