En el futuro las cosas no
funcionaban como él había soñado. Nadie aún viajaba en el tiempo, lo que le
daba a entender que su descubrimiento fue algo excepcional, pero que no tuvo
continuidad, y eso instintivamente le ponía en alerta. ¿Y si acaso significaba
que ese viaje nunca tendría retorno? Además, estaba claro que no podría
comentar su descubrimiento en esa época pues si lo compartía podría significar
una auténtica invasión de personas del futuro en el pasado, y quizá un cambio
anterior a su nacimiento podría provocar
consecuencias fatales para su persona y el curso de la humanidad. Sería
terrible para el pasado, su presente, si las formas de actuar que estaba viendo
se imponían tantos años atrás, podrían generar una auténtica guerra mundial. El
cambio conceptual era sideral. En el
futuro no había dioses a los que adorar. Según le decía un niño (no le
preguntaba a los de su edad para no levantar sospechas por su ignorancia sobre
cosas tan evidentes) todos los dioses fueron tan utilizados que los más
poderosos adquirieron su fuerza y posición social a través de ellos, y eso
derivó a que la mayoría de las personas perdieran toda su fe en que les pudiera
amparar y en que esos dioses fueran dioses de todos los seres de la tierra. Cuando
los más poderosos vieron que el miedo de la doctrina no tenía efecto,
decidieron olvidarlos para siempre. Nació una nueva generación donde no se
hablaba de dioses, tan solo de conciencia. Existía el convencimiento de que una
energía vital era común a todos los seres que habitaban el planeta, y también
al planeta mismo y todas las galaxias. Una energía que nació de la gran
explosión, dio origen al universo y aún sigue expandiéndose por la infinidad
del espacio vacío. Esta conciencia conectaba a las personas que siempre tendían
a encontrar las similitudes entre ellos antes que las diferencias. Se había
pasado a un estado donde las personas vivían entrelazadas en la energía
mientras que las diferencias, provocadas por la grandeza de un desarrollo desde
pequeños libre de limitaciones y miedos, se entendían como dones particulares
que las personas empleaban con el objetivo de favorecer a la comunidad. Era la
única forma de sentir que esa energía especialmente empleada por cada uno les
era devuelta a su ser mediante la gratitud de todos. (Continuará)
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