miércoles, 20 de junio de 2012

...No es envidia

Sí, ya sé que todos te dicen que es envidia, pero yo no estoy de acuerdo. Es muy fácil contestar eso para no enfrentarse a ti. ¿Qué quieres que te digan? Tú, con esa arrogancia creciente, vas y les dices: "últimamente hay conocidos que critican lo que hago, luego se enfadan porque yo les suelto algún improperio, y acaban dejándome de lado". ¿Realmente esperas una respuesta sincera? ¿Eres tú el que pregunta, o tu culpabilidad y aturdimiento? ¿O quizá tu ego? Te supongo más inteligente que todo eso, pero por esa misma razón, tengo que decirte que no, por mucho que te digan los demás, los que te abandonan no lo hacen por envidia. Lo hacen porque te has vuelto una persona insoportable, una caricatura de quién soñabas ser, un reflejo en un cristal roto de quién yo pensaba que llegarías a ser. Es el momento, tú momento. No el momento de ese ogro de dos metros que cubre todo tu ser con una carcasa metálica, ese que solo te dejó un leve resquicio por donde expulsar veneno; sin el momento de esa persona que un día perdió su identidad.
No me digas que eres tú, que realmente eres tú, no es momento de reír, y a mí es lo único que me queda cuando me dices que estoy equivocado. A mi me da igual estar equivocado. No, en realidad, me encantaría estarlo, porque no me juego nada en ello...ni siquiera tu amistad. Nunca fue mía, sólo la tenía prestada, y puedes llevártela cuando quieras. Es más, hace mucho que no es amistad, sino una limosna de nuevo rico. Esa te la quedas. No se van por envidia. Huyen porque no hay quien te aguante. Pero yo no me voy, yo me quedo para recordártelo.

fotografía de taringa.net

miércoles, 13 de junio de 2012

... Vida sin recompensa II

... Continuación de ... vida sin recompensa

El salón a la mañana siguiente era el vivo retrato de la desolación. La luz se empeñaba en colarse por los resquicios de la persiana y dibujaba unos barrotes brillantes sobre su cara. En ese momento, con la lengua pegada al paladar, el estómago ardiendo por la úlcera de fumador (de fumador pobre, entíéndase) y la ropa del día anterior aún pegada a su cuerpo por efecto del sudor, habría preferido barrotes auténticos en pleno Alcatraz antes de sentir el resplandor y ese calor atravesando sus párpados.
Pero tenía que levantarse, el sofá nunca ha sido el lugar de descanso de un hombre respetable y aunque él no lo era, nadie más tendría qué saberlo. Johanna, la única belleza asiática al alcance de su bolsillo, vendría en breve para tratar de poner orden en aquella pocilga mal llamada hogar. Si, era la empleada del hogar. Otras bellezas asiáticas habían pasado por allí cuando la destrucción se instaló en el fondo de su alma, cuando la fe en el amor se fue arrastrando tras un tacón rojo de diez centímetros, cuando el sexo parecía una buena alternativa hasta el preciso instante en que se terminaba...y volvía la realidad. Otros tiempos y, como antes mencionaba, otro bolsillo para pagarlo.
Tuvo el tiempo justo para entrar y salir del baño cuando la cerradura de la puerta le avisó de su llegada. Johanna mostró esa sonrisa madura de alguien cuya vida no ha tenido reparos en maltratar sus facciones, pero que aún conserva esa belleza felina reflejada en unos ojos brillantes y una boca que parecía perfilada por el mismísimo Miguel Ángel. Se acercó, le saludó, y le dejó sobre la mesita de su izquierda una carta cerrada sin sello ni remitente. Hugo al principió ni la miró, más preocupado por ocultar una cama sin deshacer ante la media sonrisa de ella, pero luego no tuvo más remedio que agarrarla y entender que una etapa más de aquella pesadilla llamaba a su puerta para hacerle más jodida aquella mañana de resaca.
"Tu tiempo se acaba. No olvidamos"
Ahora es cuando realmente se dio cuenta de lo que dolía su úlcera de estómago.

miércoles, 6 de junio de 2012

... Vida sin recompensa

Hacia calor en aquella ciudad, en aquel barrio, en aquella habitación. El sudor transitaba por su frente y el humo del tabaco disfrazaba las gotas con una densa niebla. Humo y más calor aún. La garganta seca y poca agua...y demasiado alcohol. Una noche de esas donde él se obligaba a escribir, o más bien a deambular por delante de aquella vieja máquina, esperando que una fuerza sobrenatural comience a impulsar los dedos hacia la tecla adecuada.
El marco con la foto de ella aún quedaba cerca, pero esos ojos azules y ese vestido rojo miraban hacia la pared. No se atrevía a guardarlo en el cajón, por si fuera cierto aquello de que los tesoros más valiosos son aquellos que al guardar, al dejarlos de disfrutar, pierden todo su valor. Tampoco podía mirarla cara a cara.... todavía no.
Recordaba buenos tiempo, entre calada y calada, y se preguntaba por qué si recordaba lo bueno le venía un sabor tan amargo. Era el gusto de lo perdido, de ese caramelo deseado que nunca llega tras el postre, de ese helado que termina en el momento que más lo saboreas, de ese amor destrozado por un sueño.
Noche de sombras y humedad. Oscuridad sin misterio, madrugada sin hadas. Dolor perenne mientras la efímera vida de un cigarro se agota. Vida sin recompensa.

fotografia de  sociedadpoetasanonimos.blogspot.com